martes, 31 de marzo de 2009

"LA REINA EOWYN" ejercicio de fanfiction sobre Aragorn. Diana


LA REINA EOWYN

Y entonces Aragorn, El Montaraz, miró a Eowin, su figura esbelta recortada sobre el fondo rojo enfurecido. El mal palpitando cada vez más cerca, cada vez más amenazante y aterrador.
Aragorn, rey de los hombres, sabía que su destino estaba marcado. Desde niño, desde que empezó a tener una vaga consciencia de su existencia y del mundo que le rodeaba, supo que su camino era el único posible, que sólo viviría para cumplir el mandato de su padre, Arathorn. Vivía con la seguridad que da el saber hacia dónde debía dirigirse, cual era el rumbo a seguir, sabía que todas las demás pasiones eran simplemente pequeñas distracciones que algunas pocas veces podía permitirse, pero que, la mayoría debía reprimir sin titubeos.
En eso pensaba cuando vio a Eowyn, en una de esas pasiones, no sabía cuan grande podía ser, pero estaba ahí, dolorosamente presente. Sólo había amado a una mujer, y de eso hacía ya demasiado tiempo, esa mujer, Arwen, pertenecía a otro mundo, un mundo vedado para él. Desde entonces su corazón herido se acomodó en su pecho ocupando un mínimo espacio, el suficiente para latir sordamente. Era tan inexperto en el amor que se sentía incapaz de reconocer qué era ese estremecimiento que encogía sus entrañas cuando miraba a la escudera de Rohan, la valiente, la que había vencido al temible Nazgul salvándole a él mismo en la batalla de los campos de Pelennor. Sabía, esto lo había visto en sus sueños, que la joven pensaba en él. Desde que lo descubrió se sentía turbado en su presencia y eso no era bueno, podía hacerle dudar cuando necesitara tener la mente despejada pero no sabía cómo luchar contra lo que no debía haber ocurrido nunca.
En su férrea instrucción había aprendido a controlar el dolor físico, había aprendido a no sentir compasión, a que su espada fuera una proyección de su mano y de su mente. Había aprendido a ver y a oír sin necesidad de sus sentidos. A ayunar y a esperar, a escuchar los pensamientos ajenos. Pero no estaba prevenido contra los sentimientos que afloraban en presencia de la joven, quizás no fuera amor lo que sentía, tal vez fuera la convicción de saber que si él moría, ella continuaría el camino.
Miró a Eowyn, de espaldas tenía un aspecto casi infantil, con el cuerpo delgado y el pelo de oro. Y Aragorn se sintió aturdido, pero al girarse la mujer y posar sus ojos claros en él, sintió de pronto toda la fuerza de su estirpe, el valor y la sabiduría de todas las mujeres que, desde los tiempos, dieron vida y cuidaron de ella. Supo que la joven Rohirrim era todas las mujeres y también era todos los hombres que había alumbrado, por primera vez pensó que la fuerza de la creación estaba en la mujer. Sintió sus ojos hondos atravesar su cerebro y ver más allá y entendió por fin quién era la heredera de los hombres y comprendió que mientras ella estuviera viva había esperanzas, esa esperanza que, por momentos, él creía perdida. Supo que la joven sería el germen de una nueva creación y que él debía cuidarla porque era la verdadera guía de la tierra media.
Avanzó hacia ella y dejó que su corazón palpitara con fuerza, acarició con ternura su mejilla y besó sus labios con temor, con veneración y cayó de rodillas ante la Dama, bajó la cabeza en señal de respeto y pronunció las únicas dos palabras que cabía decir “mi señora”.

4 comentarios :

Ana Sofía dijo...

Un amor terrenal por fin, me encanta el relato y la foto. Una historia digna de ser contada. Enhorabuena

Ana

Nieves dijo...

Esta debería haber sido la verdadera historia. Aragorn con la dama Eowyn, una auténtica guerrera. Una buena idea plasmada en un buen relato.
A mí también me encanta la foto.
Nieves.

Anónimo dijo...

Una foto estupenda y un buen relato.Me gusta. Alicia.

Diente de león タンポポ dijo...

Me ha gustado mucho el aire legendario y romántico de esta historia. Lo que dice de un corazón roto, me parece exacto, sí. Y el poder cambiar las historias con esto de la fanfiction como nos dé la gana sin sentirnos culpables.

La foto un acierto.

Besos. Toñi